domingo, 16 de noviembre de 2014

Liz Andrea

Era un niño que ya estaba creciendo, estaba experimentando sus primeros gustos por las niñas un tanto más grandes que él, ser deshinibido era una de esas cualidades que explotaba al máximo cada vez que podía. Parlanchín,entrometido,desesperante... Todo eso y más.

De pronto apareció la niña de sus ojos, esa niña que estremecía su estómago con tan solo verla. Esa niña que se encargaba de enfrascar su deshinibida personalidad hasta reducirla a su mínima expresión. 
Cada vez que la veía ya no era él.

Él era otro.
Él ya no era yo.
Ella era mucho más alta, tenía algunos años más, ¿cuántos? No importa,solo algunos más.
Él era mucho más pequeño, tenía algunos años menos, ¿cuántos? No importa, solo algunos menos.
Sus paseos en bicicleta eran la excusa perfecta para ir dando rienda suelta a lo que a esa edad llamanos amor. 
Jamás sellamos la pureza de nuestros sentimientos con el tierno beso que siempre esperé, y que me pregunto si ella, en algún momento lo deseó.



Camino a Colombia
Fueron pasando los años y el amor iba tomando fuerza y otro rumbo. Ella se convirtió en el ángel que cuida, que grita, que abriga, que canta y encanta, que sufre a solas, que entrega todo de sí y que siempre está dispuesta para cuando la necesito. Se convirtió en mi partner de viajes, en testigo de mis emociones por estar sentados juntos en el asiento del avión rumbo a nuestra siguiente parada. Se convirtió en esa persona que nunca falta el día de mi cumpleaños, en esa persona a la que le puedo preguntar cosas de su vida privada, y en la que me responde abiertamente.En esa persona que me interroga cuando quiere, que me pregunta si estoy seguro de lo que estoy haciendo y en la que me acepta tal cual soy.


Rapada.
Su generosidad llegó al punto más alto cuando se apareció en mi casa sin un solo cabello, "rapada" como decimos en Perú. No le pregunté qué es lo que había pasado, ya lo sabía.
Donó su larga cabellera a una niña con cáncer. El corazón se me estremeció y me pregunté si yo hubiera hecho lo mismo. No me respondí por vergüenza, en realidad sé perfectamente cuál es la respuesta.

Hoy yo tengo 20 años, y ella 24.
Hoy yo intento seguir creciendo y terminar de formarme, mientras ella es una mujer hecha y derecha. 
Una mujer que mantiene firme su fe a pesar de haber pasado por cosas muy fuertes, como la que afronta ahora mismo. Por eso no quería dejar pasar esta oportunidad para decirte lo magnífica que eres, lo agradecido que estoy con la vida por haberme puesto en tu camino, y a ti en el mío.
Se fuerte, tan fuerte como has sido estos 24 años. De todo lo malo siempre sale algo bueno, y estoy seguro que tú exprimirás al máximo esta prueba que para ti no es nada. Eres vencedora de nacimiento, así que has que pierda su tiempo por haber osado apoderarse de ti.

Estaré aquí, esperando que me des el visto bueno para ir a verte cuando lo creas conveniente, cuando te sientas cómoda, cuando así lo quieras. 

No decaigas.
Te quiero mucho.

AZM