miércoles, 24 de junio de 2015





Recuerdo que cuando era niño vivía engatusado por esa contagiante y tan perfecta magia que emanaba. A decir verdad, viví enamorado de ella hasta hace unos años. Uno, dos y hasta menos. Resultaba tan real lo que decía, y yo, me dejé llevar sin poner trabas, sin avispar mis sentidos, sin siquiera sellar nuestro pacto de amor en lo que muchos llaman contrato. Caí en sus garras como el más incrédulo. Díganme estúpido si quieren. Quizá lo merezco. 
Fui testigo de sus encuentros apasionados con mi mejor amigo, con mi hermano del alma. Fue él la pieza clave y, posteriormente, el responsable de mi sufrimiento. Fue él quien nos presentó. Cayó en su juego con premura y es posible que siga cojudamente enamorado de ella. 
Empecé a conocerla, quise entablar algún tipo de relación. No quería conformarme con ser uno más del montón. Le di todo de mí durante esos casi ocho meses de trabajarla. Y no le bastó. Ja! La verdad es que no le importó.
Fui puntual en cada cita y accedí a un sin fin de caprichos. Es ingrata, me advirtieron algunos. Y me importó un pincho.
Jamás me atreví a faltarle el respeto, mi amor era puro, era real, desbordante.
¡Carajo,estaba dispuesto a dejarme atrapar por primera vez! Y ni siquiera fue necesario dejar que lo haga, porque su intención jamás fue atraparme.
Para ganarme el título al más huevón presencié, también, cómo desfilaban uno por uno ante sus ojos mientras yo me hacía cada vez más chiquito, más insignificante, más menos-merecedor de ella. 
En ese momento nada importaba. Yo quería guardar las formas, no había por qué armar un escándalo. Pensé en que ella necesitaba espacio, quería respirar tal ves, o conocer nuevos horizontes, no lo sé, no lo cuestionen. Ya no merece un pensamiento más. 
Empecé a analizar nuestra situación cada vez que terminábamos alguna reunión juntos y mis conflictos internos terminaban siempre en lo mismo, te hace daño.
No quería ser yo quien acabara con esto, porque simplemente no estaba en mi corazón querer hacerlo.
En el de ella, sí. Y lo hizo. Y terminó conmigo. Y le puso fin a la historia. A nuestra historia. A mi historia. 
Meses después me buscó, cuando aquella herida no terminaba de cicatrizar porque el ardor de los recuerdos lo impedía. Caí nuevamente. Ella es una maestra. Volví a ser partícipe de sus engaños a diario. 
Algunos días post-reencuentro, reparé en que durante el tiempo que estuvimos separados sus sentimientos dejaron de ser fríos y tiranos, y se convirtió toda ella en un témpano de hielo. En la Antártida hecha mujer.
No estaba dispuesto a agrandar las llagas que ella misma provocó con anterioridad y decidí desaparecer sin avisar, porque aunque fui valiente para salir de su vida, seguía siendo el mismo cobarde que no podía decirle ¡adiós, me largo!

Y, ¿saben algo? No me arrepiento. 
Ahora disfruto y me mofo de todos aquellos que han caído en sus artimañas. Ya los ven ahora peleándose entre ellos. Desgarrándose día a día cada centímetro de piel con tal de tener su total atención. Ya los vemos ahora mismo ventilando sus bajezas amorosas por un punto más de rating, por un segundo de interés público. Ella no vale nada. Y al mismo tiempo, hace que sientas que lo vales todo. Aplaudo el haberme dado cuenta que su magia no es real. Quizá muchos ya lo sabían, pero tenía que vivirlo en carne propia, experimentarlo yo mismo y comprobar que ni media fibra de mi ser iba a caer nuevamente ante sus encantos. Y lo hice, Y lo comprobé. Y me di cuenta que quizá no es tu culpa que estés infestada de basura. El problema es que quienes te sostienen son los verdaderos puercos, que además están bañados en fama y que, por supuesto, no soportarían ver a una chancha parada en televisión nacional.
  
AZM
 "A la que es gorda se le dirá gorda. Y a la que es chancha se le dirá chancha"


Magaly Medina, conductora de televisión.





¿Aún no te unes a mi fan page? ¡¿Qué esperas?! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario