Son exactamente las seis y tres de la mañana.
Estoy entre preocupado y molesto.
Hoy se fue nuevamente a bailar sin mí. No porque no me invitara, fui yo quien no quiso ir.
Siempre va al mismo lugar al que, desde hace algún tiempo, detesto ir. Es un tema de personalidad creo. Los lugares con demasiada gente y bulla en extremo me aturden. Debo intentar pasarla bien porque estando ahí no soy quién para malograrle la fiesta a alguien, pero luego mi cuerpo me pasa la factura. Me duele la cabeza y los ojos. Y todo es superable, menos lo aturdido que termino luego de tanto bullicio y tanta gente buscando un espacio disponible para poder bailar. Todos terminamos bailando espalda con espalda, hombro con hombro. Pareciera como si bailara en medio del Centro de Lima un veinticuatro de diciembre cuando miles de personas buscan comprar el regalo perfecto a última hora. Y yo, en lo personal, no la paso muy bien.
Cuando me propone ir al mismo lugar, terminamos peleando por su constante lucha por convencerme de ir, y por mi firme decisión de no ir a un lugar en el que no me siento cómodo ni un solo minuto.
Le envié un mensaje pidiéndole que no se enoje a dos días de cumplir cuatro años juntos, y menos por un tema como este. "Tranqui. Te aviso cuando llegue a casa. Sí, no te preocupes, siempre voy con cuidado.", me dijo. Y finalizó la conversación con un emoticon de WhatsApp, esos que odio en momentos como éste.
A decir verdad, desperté cual alarma humana a las cuatro y treinta en punto de la mañana. Estaba soñando medio extraño así que agradezco haber abierto los ojos. Saqué el teléfono de debajo de mi almohada y vi la hora, 4:30 am. Y no, no tenía ni un mensaje avisándome que ya había llegado a casa.
No pude ver su última conexión en WhatsApp porque tiene esa opción desactivada. Facebook marcaba que hace tres horas atrás se había conectado, es decir más o menos a la 1:30 de la mañana, y nuestra última conversación fue a las 00:29 am.
Recuerdo que me dijo que su teléfono tenía 8% de batería, así que seguramente a estas alturas no ha de tener pila.
Le dejé un mensaje en WhatsApp:
4:36 am
Amor donde andas
Estoy muy preocupado por ti
No puedo dormir bien
Yo creo que ya es una hora en la que podrías estar en casa.
Para hacer más dramática la historia, almorcé a las seis de la tarde del sábado luego de fungir de modelo para una sesión de fotos que hice de un amigo que acaba de ganar un premio internacional de moda, y las croquetas de carne molida que me freí al llegar a casa me cayeron para la mierda.
Estuve pegado treinta minutos al baño con unos dolores horribles y con el sinsabor de no tener ni un puto mensaje que me hiciera saber que todo estaba bajo control. Como me gusta.
Me entró un escalofríos que ni las medias para dormir que hace días dejó en mi casa hacían efecto. Tenía manos y brazos helados, no sé si eran efectos secundarios de lo que había comido o si se trataba de algo que le pasaría a cualquier mortal que se levanta a las 4:30 am y que se dirige al baño descalzo con una madrugada tan fría y desolada.
Mi mensaje se mostraba como enviado pero no como recibido y mucho menos leído, lo que me confirmaba que su teléfono estaba apagado. Vi los perfiles de sus amigos más cercanos para ver si había ido con alguno de ellos y posiblemente haya sido así, pero imagino que la han de haber pasado tan bien que nadie puso ni una foto de la fiesta en redes. De haber visto aunque sea una y que ésta me marcara la hora de publicación, hubiera estado más tranquilo.
Escuché ruidos en mi baño unos quince minutos después de que yo saliera. Alguien tosía, abría el caño a cada rato y hacía correr el agua del inodoro repetidas veces.
Le envié un mensaje a mi hermana y me respondió al instante.
Me dijo que ella no era la que se sentía mal, sino su enamorado, le dije que yo también me sentía mal y que tenía la barriga a punto de estallar del dolor.
Cinco minutos después abrió la puerta de mi cuarto y se apareció con la primera tasa de té caliente que me sirve en mis veintidós años de vida. Le agradecí de sobremanera y me tomé toda la infusión cucharada por cucharada. Fue el té más rico del mundo.
El estómago hacía ruidos tenebrosos. Como esas puertas de cabañas de películas de terror en la que la muchacha encuentra refugio antes de que el descuartizador la encuentre.
Empecé a tener reflujo y el sabor de la comida ingerida muchas horas antes volvía asquerosamente.
Pero la panza retomaba su tranquilidad.
Volví a abrir redes sociales y no habían noticias. Ni buenas ni malas.
Y eso es lo peor.
Dicen que las malas noticias son las primeras en llegar, y sí, debe ser cierto, porque la buenas pueden demorar, como en este caso, toda una madrugada.
Ah
No se vayan haciendo ideas por favor.
Confío plenamente en la persona que tengo al lado.
Sé que fue a bailar con amigos del trabajo.
Me caga el hecho de que no se comunique conmigo. Es todo.
Le envié un nuevo mensaje a sabiendas de que no lo leería en ese momento. Pero ya caí en ese juego de "quiero que sepas que estuve muy preocupado y cuando leas esto, luego de tu fiestecita, repares en que nada te costó avisarme de cualquier teléfono (ahora que todos tienen internet ilimitado) que te encuentras bien"
05:39 de la mañana.
¿Dónde andas? :(
AZM
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