domingo, 19 de julio de 2015

Princesa de un cuento infinito



Ella era una chica normal. Simpática. Delgada. De cuerpo bien formado. Inteligente y sexy cuando quería serlo. Tenía miles de chicos queriendo conquistarla y, ella, disfrutaba de hacerlos "sufrir" a sabiendas de lo bella que era. O al menos parecía saberse bella.

Encendí mi cámara luego de que se ofreciera a ser mi entrevistada así, tan repentinamente como lo que estaba por suceder, por conocer, por confirmar.
Estábamos en un restaurant y tuvimos que pedir algo de comer para aprovechar en cargar la batería de mi cámara mientras conversábamos tonteria y media, tratando de evadir algunos temas.
Ese maldito e incómodo silencio se apoderó de nosotros, o quizá solo de mi.
Empecé a cuadrar el enfoque, a probar algunas tomas y trataba de manipular lo mejor posible la videocámara para tratar de ocultar mi nerviosismo. Iba a entrevistar a una de mis mejores amigas y quizá en alguna otra circunstancia hubiera estado feliz de hacerlo. Este no era el caso.

-Esto es muy difícil sabes. Nunca he hablado de este tema con nadie y me aterra escabar a mis adentros para poder exteriorizar lo mucho que tengo que decir. Aunque quizá nunca termine diciéndolo todo.

Me quedé mirándola perplejo. Estaba helado. Me sudaban las manos. La cien me latía como si hubiera cobrado vida propia y las preguntas se escabulleron tan bien que eran imposible pronunciarlas.
¿Cómo empezar una entrevista que no quieres que inicie jamás en la vida?

-Si quieres podemos no hacerlo. Esto no es necesario. Busco a otra persona y ya. Evitemos esto, por favor.
-A veces estoy echada en mi cama y no paro de llorar. Me pregunto mil veces por qué me tiene que pasar esto a mi y simplemente nunca encuentro respuesta que pueda calmar mi dolor - evade mi pedido.

Quería detener lo que estaba por suceder, pero al mismo tiempo me seducía la posibilidad de conocer lo que estaba matándola por dentro. Así sería mucho más fácil poder ayudarla.

-Me doy asco. Me veo en el espejo y me siento cerda. ¡No me gusta lo que veo! Algunas veces me digo "tienes algo bonito, quizá tus ojos o tu cabello", pero luego me doy cuenta lo que soy realmente y...
-¡Carajo, no digas eso! -interrumpo forzosamente.  ¡Estás loca! ¡¿Qué te pasa?! ¡No digas eso por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ...
-No sabes las veces que me he sentido asquerosa cuando comí alguna hamburguesa porque se me provocó. 
-¡Basta ya, por favor!
-Esto es demasiado. Tengo muchas cosas en casa, en mi. Estoy perdida. Estoy como volando en medio de la nada.
-¡Por favor! -le supliqué una vez más.


Rompió en llanto.
Y sus ojitos verde claro se convirtieron en rojo dolor.
Apagué esa estúpida cámara que provocó tal confesión y me olvidé de mi rol de "periodista". No sabía qué es lo que debía hacer. No estaba preparado para algo tan delicado. Tan real. Tan desgarrador.

-No llores. 
-Esto es horrible. Estoy gorda. Soy fea. Nadie me quiere por eso. Nadie me toma en serio. 

Mi corazón se contrajo y empecé a contener las lágrimas. 
Lo que sólo pasaba en telenovelas se había convertido en realidad. Y lo estaba presenciado a centímetros de distancia. Estábamos compartiendo el mismo aire, el mismo espacio. El tiempo fue demasiado corto para procesar que estaba viviendo un hecho real y para entender que aquella responsabilidad que se me estaba encargando de manera tácita era mucho más compleja y pesada de lo que se veía por televisión.

Algunos meses después la noté atareada. Angustiada.
Aquel día no había almorzado y le ofrecí un jugo y una hamburguesa que espero no se hayan convertido en lágrimas nocturnas.

Me jode no poder asegurar que esté cien por ciento bien porque ya no podemos vernos a diario como lo hacíamos antes, pero tenemos comunicación constante y ella sabe que la quiero muchísimo. Sabe lo hermosa que es y si no lo tiene claro quiero que todo el mundo se entere que es preciosa.
No te enojes conmigo si llegas a leer este post. Estás en el anonimato.
A veces necesitamos conocer y evidenciar nuestros propios demonios para tocar fondo, para chocar con nuestra propia realidad, para presentarnos a nosotros mismos y reparar el daño que nos hemos hecho.

Hay muchos jóvenes que están siendo víctima de sus propios prejucios, que están secuestrando su autoestima y asesinando su felicidad. No reparen en pedir ayuda. No carcomas tu vida con lo putrefacto que puede resultar hacerse daño. Valemos mucho más de lo que nos podemos imaginar. Muchas veces la soledad, los problemas a diario y las competencias externas a las que nos tenemos que enfrentar desgastan nuestras energías y no dejan lugar a nuestras propias necesidades, pero por favor, jamás dejemos que nada sea más importante que nuestro propio bienestar.

¡Habla, grita, exterioriza tu dolor si es necesario!
Por favor, ¡pide ayuda! 

AZM




No hay comentarios:

Publicar un comentario